“El papel de las regulaciones gubernamentales es crear el espacio de seguridad alimentaria necesario para que el sistema sea sostenible”. Vicente Domingo es uno de los principales expertos en sostenibilidad alimentaria en España. En 2017, Domingo encabezó la propuesta de Valencia para obtener el título de Capital Mundial de la Alimentación Sostenible. Tras ganar la candidatura, se encargó de coordinar todas las actividades relacionadas con la Cumbre de Alcaldes del Pacto de Milán. El éxito de esta iniciativa lo llevó a convertirse, en 2018, en el primer director del Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS), donde se dedicó a identificar, clasificar, divulgar y sensibilizar sobre los grandes desafíos que enfrentan las ciudades y la población en general en temas alimentarios y nutricionales. A lo largo de estos años, el CEMAS se ha consolidado como una institución facilitadora de información y conocimiento, con una fuerte capacidad de gestión y conexión a nivel mundial.
Se está realizando un gran esfuerzo por promocionar la sostenibilidad de los alimentos y bebidas plant-based. En este ámbito, ¿Cómo debería impactar el etiquetado inteligente a la toma de decisiones de los consumidores y su comportamiento de compra?
Una de las principales características del sector de producción de alimentos y bebidas plant-based es que se trata de un ámbito abierto a la innovación permanente. Es un nuevo espacio lleno de futuro y oportunidades. En ese sentido todo el proceso es realmente interesante, cada fase tiene espacios de oportunidad y análisis. Por supuesto que el etiquetado inteligente puede ser determinante en ese nuevo contexto. Permite definir con todo detalle la trazabilidad, las tecnologías utilizadas, la composición nutricional, incluso qué personas, empresas o centros de investigación son parte de la elaboración, transformación y distribución de ese alimento. Digamos que convergen nuevas tecnologías, resultantes de investigación, inversión en el conocimiento y mejora de procesos. Debería tener un impacto positivo, gradual y colaborativo.
¿Cómo se pueden abordar los desafíos asociados con la educación del consumidor en relación con la lectura de etiquetas de este tipo de alimentos?
Creo que muchas de nuestras acciones cotidianas están dramáticamente condicionadas por esa especie de “prisa permanente” de nuestro tiempo. Vivimos no muy bien, la verdad, en términos muy globales, de grupo o cultura. Esa reflexión tiene sus motivos, claro. El tiempo escaso, nuestras múltiples tareas, la ansiedad de llegar o no llegar a nuestras citas, a nuestros gastos, a nuestros deseos…etc. Educar en el consumo debería estar muy vinculado a nuestra educación como ciudadanos y como personas.
Quizá una reconsideración del etiquetado como información que va a ser leída, incluso analizada, por el consumidor ayude a esa necesaria educación permanente. Mensajes que ayuden a la pausa, a la curiosidad, a la implicación, podrían ser además de innovadores, parte de un nuevo clima de más relajación, de más sentimiento de placer por lo que nos alimenta, o mejor dicho, por lo que yo consumidor elijo que me debe alimentar a mi y a mi familia, en vez de la acción muchas veces compulsiva de agarrar un producto entre muchos otros sin dedicar nada de nuestra consciencia y mucho de nuestra inconsciencia.
¿Cuál es la opinión de Vicente Domingo sobre el papel de las regulaciones gubernamentales en el etiquetado de alimentos y cómo pueden mejorar para abordar los problemas actuales?
La regulación es fundamental. Alimentar todos los días tres o cuatro veces a decenas o centenares de millones de personas (tomando el ámbito de nuestro entorno europeo) es un sistema asombroso y eficaz. La regulación gubernamental o de ámbito europeo está muy presente, mucho más de lo que cree el consumidor. No solo en el etiquetado, en el mismo origen de la decisión del productor al elegir un cultivo, una raza, un nutriente, etc. Quizá el etiquetado debería mostrar al consumidor no solo esa parte del proceso. “Aquí tienes este alimento que cumple estas normas y que deberías consumir antes de esta fecha”. Quizá, y en eso este congreso puede ser determinante, la tecnología permita añadir, “Que ha sido regulado bajo estos estándares de calidad, qué ha sido elaborado en esta región, que se ha desarrollado bajo estos informes… etc”. La información nunca está de más. Ayuda a tomar decisiones.
El papel de las regulaciones gubernamentales es crear el espacio de seguridad alimentaria necesario para que el sistema sea sostenible, activo, participativo, en permanente innovación (social, medioambiental, alimentaria…..etc) y público. Y creo que lo consiguen cada día en miles y miles de mercados, supermercados, centros de abastecimiento, puntos de venta, mercados mayoristas, bancos de alimentos, restauración colectiva, y sobre todo hogares de toda Europa.
¿Cómo cree que la opinión de los expertos de las 4 hélices (instituciones, empresas, universidades y sociedad civil) pueden ayudar a impulsar el sector agroalimentario?
El sector agroalimentario es la estructura más abierta que conozco a la participación desde muy diversos ámbitos de conocimiento. Hay un libro maravilloso, “Pensar en sistemas” de la investigadora del MIT Donella Meadows, que nos demuestra la necesaria utilidad y yo me atrevería a decir y además la belleza, de las dinámicas de sistemas. Hoy nadie duda del concepto “Sistemas Alimentarios Sostenibles”. Es un concepto que implica participación, que implica el contraste crítico, la diversidad. Es la manera adecuada para este mundo en el que estamos todos tan laberínticamente interconectados. Acabaré con un proverbio sufí que cita Donella Meadows en el libro:
<<Crees que como entiendes el “uno”, entenderás el “dos”, porque uno y uno suman dos. Pero olvidas que también debes entender el “y”>>